Qué cruz!

El automovilismo se convierte en el segundo deporte preferido de los españoles. El primero, evidentemente, sigue siendo el auténtico opio del pueblo en forma de adultos semidesnudos corriendo tras una pelota.

Sin duda la gilipollez y el gregarismo del españolito medio no conoce límites. Mi más sentido pésame a los verdaderos aficionados a la F1 de toda la vida, que ahora tienen que aguantar a una horda de indocumentados (en su mayoría míseros furboleros) opinando sobre neumáticos, reglajes y demás zarandajas como si supiesen de qué están hablando.

En fin... esperemos que el motociclismo siga siendo exclusivamente de nosotros, los moteros.

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