Crónica de Marruecos '09 - Parte 3

(Viene de la segunda parte)

Dia 7 - El lujo de improvisar
07/10/2009

Dicen que las normas están para saltárselas; en el caso del viajero es una gozada poder cambiar los planes sobre la marcha y conseguir a cambio -casi siempre- experiencias que recuerdas toda la vida. La noche anterior estuvimos comentando con André la ruta que teníamos prevista para el día, y con mucho acierto nos recomendó que nos olvidásemos y que cogiésemos una pequeña carretera que llevaba desde Tadighoust hasta Rich pasando por Amellago.

Por supuesto le hicimos caso. Antes de iniciar la marcha estuvimos dando de comer a los cerdos (Sí, cerdos en Marruecos) y al resto de animales de la granja secreta de André, desayunamos tranquilamente y estuvimos charlando animadamente con nuestros anfitriones. La noche anterior nos hizo gracia que, después de entendernos chapurreando (nosotros) francés, resultó que André nació en Perpignan y pudimos entendernos perfectamente hablando catalán. A él le hizo más gracia que a nosotros, ya que por lo visto llevaba más de 40 años sin hablar el idioma con nadie y nosotros fuimos los primeros catalanoparlantes en llegar a su albergue. Por cierto, aún se pregunta cómo demonios lo localizamos (aaah, secreto, secreto...).


Nuestra humilde "choza"

 
El secreto de André

Pau haciendo amigos. Por cierto, se llama Pablo.

Tras despedirnos de nuestros nuevos amigos, empezamos nuestra ruta deshaciendo la pista que nos había llevado hasta el albergue. A la luz del día el camino se mostraba totalmente diferente. Lo que la noche anterior fue un suplicio de polvo, socavones y absoluta oscuridad se había convertido en una tranquila pista que atravesaba un hermoso palmeral salpicado de casas de adobe.

 

Tras estar unos instantes comprobando el ajetreo del mercado local, seguimos en dirección norte según las indicaciones de André. La carretera era una maravilla. Transcurría a través de cañones que no tenían nada que envidiar a Todra o Dadés, sin nada de tráfico, con asfalto roto y tramos de carretera que desaparecían arrastrados por la corriente de los oueds. La mayoría de los vadeos de estos torrentes no tuvieron ninguna complicación, aunque en algún caso no quedaba ni rastro de asfalto bajo las aguas y estuvimos a punto de irnos al suelo (o al agua) en alguna ocasión. 

 


 
Fantástica... ¿carretera?



Después de llegar a Rich seguimos en dirección Azrou, nuestro destino para pasar noche, a través de una carretera con curvas enlazadas y notando un importante descenso en la temperatura a medida que avanzábamos.


 Arreglando los desperfectos en el cauce de un oued

 
Auténticas haimas de pastores nómadas en el Atlas

Nos internamos brevemente en el Bosque de los Cedros, pero dejamos para otra ocasión una visita más profunda. Teníamos ganas de encontrar alojamiento y alguno tenía urgencias intestinales.


El Bosque de Cedros

Llegamos a  nuestro destino, Azrou. El albergue que teníamos como referencia (Amazigh) se encontraba en una colina a la salida del pueblo. El dueño, simpático pero perezoso, nos acomodó en nuestra habitación pero no pudimos acordar el desayuno para la mañana siguiente porque la hora a la que partíamos le pareció "muy temprano". Tampoco nos aconsejó que cenásemos allí porque su mujer "era mala cocinera". Todo eso con mucha cortesía y amabilidad pero vamos, que lío el justo y trabajar lo mínimo. De todas formas nos fue estupendamente porque dejamos los trastos en la habitación, cogimos las motos y nos fuimos a cenar al centro de Azrou, en el meollo. Nos paramos en el bar "Le Rif", donde cenamos unas chuletitas a la brasa (preparadas en la misma acera) que estuvieron riquísimas. Después disfrutamos como enanos de un paseo nocturno por el zoco. Muy relajante, donde charlamos con algunos vendedores y pasamos un muy buen rato. Bueno, también visitamos un cibercafé en tercera planta de un edificio cochambroso que nos dejó marcados. Sobre todo por la tecnología en comunicaciones. Pero vamos, muy bien.


 




Dia 8 - Sorpresa, sorpresa
08/10/2009

A las 6 de la mañana estábamos en pie, y a las 7 desayunando en Azrou. Eso es aprovechar el tiempo.

 
 Nuestra "suite"

Pues no. No era un perro

Después de la merienda partimos en dirección Ifrane. Nuestra ruta para hoy la decidimos el día anterior, y nos deparaba más de una sorpresa. Pasaríamos por Ketama (desaconsejable según todas las opiniones, por eso iríamos por ahí) y subiríamos hacia El-Jheba para recorrer el litoral mediterráneo.

A Ifrane la llaman "la pequeña suiza". La construcción de sus casas, las calles, los parques, lo frondoso de la vegetación.... en realidad parece que estás en los Alpes. Se ve que hay dinero; es la zona de esquí de Marruecos y donde mucha gente adinerada tiene su segunda residencia.



Para evitar pasar por el centro de Fes debíamos desviarnos hacia Harazem. Encontrar el desvío fue una odisea de tres pares de narices debido a la nula señalización. Hasta que tuvimos que hacer lo impensable: preguntar a un policía. Qué vergüenza.




Gasolina sin plomo por fin tras más de 400 km!
Menos mal de la autonomía de las burras...

A partir de ahí todo fue coser y cantar hasta llegar a unos 50Km de Ketama. Allí pasamos el rato más desagradable del viaje, ya que durante decenas de kilómetros la carretera estaba plagada de gente que nos ofrecía costo y otras "grogas". Incluso algún coche nos persiguó para ofrecernos mercancía, poniendo en peligro nuestra integridad (física... y moral). Lo más lamentable es que entre la horda de camellos había de todo: desde ancianos hasta niños pequeños que nos hacían gestos para que parásemos a comprarles material. Muy lamentable. Lo peor es que la policía por allí ni asoma; parece ser que tienen una especie de "pacto mútuo de no agresión" y permiten que el negocio de la droga se mueva con total impunidad.

El paso por Ketama también fue de lo más delicado, ya que a la multitud de gente que se nos abalanzaba encima había que añadir que era día de mercado. Un caos de gente, nervios y mal rollo. Nos fuimos abriendo paso y salimos en dirección Taguiouine. Fue abandonar la ciudad y regresar automáticamente a la tranquilidad que habíamos vivido hasta entonces.

Al cabo de un rato nos desviamos a la izquierda en dirección a la costa, por una pequeña carretera comarcal que llegaba hasta el pequeño pueblo pesquero de El-Jheba. Y allí empezó lo bueno. Teóricamente nos esperaban por delante unos 60 kilómetros de carretera secundaria; en realidad el asfalto había desaparecido casi por completo y se trataba de una pista pedregosa y tortuosa que reptaba por las laderas del Rif.



Durante los primeros kilómetros creímos que se trataba de un tramo que estaría en obras; así como pasaba el tiempo nos dábamos cuenta de que los próximos 50 (o 120) kilómetros iban a ser de aquella manera, pilotando de pie, evitando socavones y comiendo polvo. La situación era algo preocupante ya que significaba un retraso enorme en nuestros planes e iba a condicionar las próximas etapas. Eso sí, el paisaje era una pasada.






Al ver que pasaban las horas y que no llegábamos a ningún lugar civilizado, decidimos parar a comer a pie de carretera. Después de una buena fabada de bote seguro que veríamos el tema con más optimismo.





Después de comer seguimos la ruta un buen rato. Nos llevamos una alegría al ver a lo lejos, entre las montañas, nuestro querido Mediterráneo. Y más alegría nos entró cuando vimos aparecer El-Jheba y vimos que hasta allí llegaba una carretera perfectamente asfaltada, en la que desembocaba la pista que seguíamos.





La primera toma de contacto con el litoral mediterráneo fue un flash. El contraste con el resto de Marruecos es brutal, y el pequeño pueblo de pescadores nos parecía sacado de una postal. El día era espléndido y la mar estaba en completa calma.




Tomamos un par de fotos y dejamos atrás El-Jheba. Lamentablemente para nuestro estado físico también dejamos atrás el asfalto bueno. La carretera que llevaba desde allí hasta Tetuán estaba en obras. Nos quedaban por delante más de 100 Km de curvas, polvo, lodo resbaladizo y, eso sí, los mejores paisajes del viaje.





Nos paramos a pasar la noche en Oued Laou, en el cámping municipal. Se trataba de otro pueblo de pescadores, un poco más grande que los que habíamos visto durante la tarde. Después de montar las tiendas y dejar las motos aparcadas, el guarda del cámping nos acompañó amablemente a buscar un sitio donde cenar. Lo hizimos en la acera de una carnicería donde tenían una parrilla para asar. Tomamos una especie de hamburguesas amorfas muy buenas mientras contemplábamos el ajetreo nocturno de la gente del lugar. Después de cenar fuimos a pasear por la playa, donde fuimos testigos de la llegada de una barca de pescadores en mitad de la noche y de la colaboración de la gente para sacarla. Un momento único.







Antes de las 10 ya estábamos durmiendo en las tiendas de campaña. El día había sido agotador.


Dia 9 - Todo lo bueno se acaba
9/10/2009

A las 5 de la mañana nos despertamos con la llamada al rezo de la mezquita.  Recogimos los bártulos y a las 7:30 estábamos sentados en la terraza de un pequeño bar-tienda de comestibles para almorzar algo.



Al cabo de unos minutos de estar ahí, dos lugareños se enzarzaron en una pelea a puñetazo limpio que tuvo que zanjar el anciano propietario del chiringuito. A todo eso, nosotros contemplando la escena como quien mira una transmisión de MotoGP, mientras mojábamos un bizcocho mohoso en el café con leche. Poco después, uno de los púgiles se sentó con nosotros. Hablaba castellano, había estado trabajando en Mallorca y estuvimos charlando largo y tendido mientra fumaba con toda naturalidad una pipa de haschís. Cosas que nos pasan.





Nos despedimos de nuestro nuevo amigo, del bonito pueblo de Oued-Laou y seguimos recorriendo el litoral en dirección Tetuán. El paisaje seguía siendo precioso, con playas vírgenes una tras otra. Esperemos que dure mucho tiempo así y que no cometan las gilipolleces que han hecho por aquí en nombre del "progreso y la economía".






Llegamos a Tetuán sin complicaciones, y de allí para Ceuta donde pasamos la frontera rapidito para coger el ferry hacia Algeciras a las 15 horas.


Ahí, aguantando lo que le echen

Pau y yo, hechos polvo en el ferry de regreso

 Sobre las 5 estábamos comiendo unas tapas cerca de Algeciras, otra vez "disfrutando" de los precios abusivos a los que ya no estábamos acostumbrados.

A partir de aquí poca cosa más que contar. Hicimos noche en Benalmádena y el día 10 por la noche cogíamos el barco desde Denia para casa. Mucha añoranza de lo vivido y pensando en cuándo íbamos a regresar (que no se enteren nuestras costillas...)

Y eso es todo. Espero que la crónica os resulte entretenida y de utilidad para los que pensáis bajaros a Marruecos algún día. Si queréis más información o lo que sea ya sabéis que estoy a vuestra disposición.




Hasta la próxima!

Comentarios

Joan Fornés ha dicho que…
Jesús credo que ha tardado esto!

Muy buena crónica y una experiencia inolvidable para vosotros.

Salut!

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